Las
proteínas desactivadas por el consumo de alcohol en excesos controlan el
organismo y determinan el comportamiento // Foto: DMedicina
Por Beatriz Guzmán—Desde hace mucho, dicen que beber un vaso o copa
diaria de alcohol, como vino al día, podría resultar beneficioso para la salud;
sin embargo, diversos estudios recientes están poniendo en duda esta
afirmación. Pero, sobre lo que no hay ninguna duda es que el alcohol es muy
perjudicial para los niños y adolescentes, cuyos cerebros se encuentran aún en
fase de desarrollo. Mucho más aún, cuando las cantidades de alcohol ingeridas
son excesivas.
De hecho, ya se sabe que los
adolescentes que practican el consumo de alcohol en atracones, lo que los
anglosajones denominan “binge drinkin”, pueden sufrir alteraciones cerebrales,
que dificultarán su adaptación a las cambiantes situaciones de la vida adulta.
Sin embargo y según muestra un
estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina Stritch de
la Universidad Loyola Chicago (EE.UU.), parece que este daño, no se limita al
cerebro de los adolescentes y acaba transmitiéndose a los de los futuros hijos.
Como explica Toni R. Pak, director
de esta investigación “el consumo de alcohol en atracones no solo es peligroso
para el cerebro en desarrollo de los adolescentes, sino que también, puede
impactar en el cerebro de sus futuros hijos”.
Para llevar a cabo el estudio, los
autores emplearon un modelo animal (ratas) al que sometieron a episodios
repetidos de “binge drinking”. Concretamente, las ratas, tanto hembras como
machos y aún en su etapa “adolescente” de desarrollo, bebieron alcohol en unas
cantidades equiparables a seis episodios de consumo de alcohol en atracones. Y
una vez, recuperaron y mantuvieron un estado de sobriedad, fueron emparejadas
para reproducirse. Es más; ninguna de las ratas gestantes volvió a probar el
alcohol, para así evitar cualquier posible efecto del síndrome fetal alcohólico
sobre sus descendientes.
Finalmente, los autores analizaron
los genes presentes en el hipotálamo de los descendientes. Y lo que observaron
es que, comparados frente al de los nacidos de animales no expuestos al
alcohol, el ADN de los miembros de la camada engendrados por las ratas que consumieron
alcohol, presentaba cambios moleculares que podían alterar los “interruptores”
de los genes cerebrales.
Y estos “interruptores”, ¿para qué
sirven? Pues simplemente, para activar o desactivar la expresión de proteínas
por las células. Un aspecto que resulta crucial dado que, en último término,
estas proteínas controlarán el organismo y dictarán el comportamiento. Y en
este contexto, tal y como muestran los resultados, muchos de los genes que
deberían estar activados, se encontraban desactivados y viceversa en los
descendientes del estudio, como consecuencia del abuso de alcohol por sus
progenitores.
Es más; el número de alteraciones
moleculares en el ADN fue mayor en caso que ambos progenitores fueran
“bebedores”: una media de 93 metilaciones en el ADN en caso de que bebiera solo
el padre, de 159 en caso de que el abuso del alcohol fuera llevado a cabo solo
por la madre y de 244, en caso de que tanto la madre como el padre hubieran practicado
el “binge drinking”.
En definitiva, este es el primer
estudio en que se ha observado una vía molecular por la que el consumo de
alcohol en exceso en la adolescencia, puede dañar la salud neurológica de las
siguientes generaciones. Un aspecto muy importante dado que, al menos en
Estados Unidos, el 90% de los menores de 21 años, la edad legal para beber en
ese país, que consumen alcohol lo hacen en forma de atracones.
Sin embargo y dado que el estudio
fue llevado a cabo con ratas, ¿puede asegurarse, que sucede lo mismo en el caso
de los humanos? Pues como concluye Toni Pak, “si bien es cierto, que los
hallazgos logrados con un modelo animal no tienen que extrapolarse
necesariamente a los humanos, hay unas similitudes muy significativas entre
este modelo animal y los humanos, caso de su metabolismo del alcohol, las
funciones del hipotálamo y el patrón de “binge drinking”.
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