viernes, 21 de octubre de 2016

El poder de la lactancia materna

La leche materna va variando conforme pasan los meses, porque se adapta al tiempo de nacido del bebé // Foto: revolución mamá

Por Beatriz Guzmán—Cada día, se reafirma la importancia de la lactancia materna en la alimentación de los niños recién nacidos. Siempre se escucha, que la leche materna tiene todos los nutrientes que los bebés necesitan para alimentarse durante los primeros años de vida; o que disminuye en la madre, el riesgo de contraer cáncer de mama. Sin embargo, existen otros beneficios, que probablemente no siempre se dicen y que son ideales para garantizar al máximo, el bienestar de la madre y el de su hijo.

La leche materna va modificando su fórmula, según las necesidades del bebé. Por lo tanto, la leche con la que se amamantan los dos primeros meses y que es rica en anticuerpos para protegerlo de las infecciones, no será la misma que la de los seis meses. Existen alrededor de 300 sustancias, que van rotando constantemente en la composición de la leche materna para darle al bebé lo que él necesita.

Los bebés que son alimentados mayor tiempo con leche materna tienen menos riesgo de contraer enfermedades crónicas como la diabetes, cáncer, hipertensión o enfermedad de Crohn en la adultez. La lactancia materna estimula la producción de la hormona oxcitocina, que ayuda a contraer el útero y regresarlo a su estado natural; y a disminuir el sangrado postparto.

Cuando se está amamantando y se le habla al bebé, él parará de chupar la leche y después continuará de nuevo con la succión. Hay científicos que coinciden en que este es el origen del habla humana.

Las dos primeras horas de nacido representan el mejor momento para su primera alimentación. Durante estas horas ocurre lo que se conoce como “alerta tranquila”: el bebé está más interesado por mamar y puede engancharse más fácilmente al pecho, facilitando los contactos posteriores.

La demanda alimenticia del bebé regula la producción de leche materna. Si el niño tiene tres meses y está alimentándose menos de lo normal o con menor frecuencia, es probable que la madre produzca menos leche, mientras que si su hijo está comiendo en gran cantidad y quiere pasar todo el día succionando, la producción de leche aumentará automáticamente.

Una vez parada la lactancia materna, se puede volver a reactivar la producción y amamantar de nuevo. Esto se conoce como relactación; y permite a la madre retomar el proceso de amamantar con solo pegar al bebé en el pecho para estimular la producción, a través de la succión.

Si se amamanta al bebé de noche, el cuerpo producirá mayor cantidad de prolactina, la cual  ayudará a la madre a entrar en un estado de calma y sueño profundo, por lo menos hasta que el bebé se despierte de nuevo.

La Organización Mundial de la Salud recomienda alimentar a los niños exclusivamente con leche materna durante los primeros seis meses de vida; y a partir de este momento, combinar con alimentos complementarios dos o tres veces al día.

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