Problemas en
los músculos se asocian con la falta de proteínas // Foto: consejo nutricional
Por Beatriz Guzmán—El cuerpo es tan exacto, que envía señales para
que cada persona se dé cuenta de qué le está pasando, si necesita algo o si
consume algo en exceso. Algunas de estas señales, pueden ser tan simples que
tienden a confundirse.
En el caso de la falta de proteínas,
una de las primeras señales puede ser el cansancio, la falta de energía,
malestar en los músculos, pérdida de cabello y aparición de arrugas.
Los músculos, cartílagos,
ligamentos, piel, cabello y uñas están básicamente compuestos de proteína, que
se constituye en cadenas de aminoácidos. Moléculas más pequeñas de proteínas
tiene roles acaso menos conocidos, pero vitales para el funcionamiento del
cuerpo.
Baste decir que la hemoglobina, los
anticuerpos, ciertas hormonas (como la insulina) y las enzimas son también,
proteínas.
Todo ello, hace que el consumo de
estas cadenas de aminoácidos no sólo sea vital como aporte de energía, sino
también para la reparación de tejidos, la oxigenación del organismo y el
sistema inmunológico.
Por eso, si el organismo no obtiene
la cantidad de proteínas que necesita, empezará a dar señales de alerta:
Fatiga: la deficiencia de proteínas, se deriva directamente
de una dieta de bajo contenido calórico, el organismo no cuenta con la energía
suficiente para cumplir con las tareas rutinarias.
Usualmente, se recomienda comer
entre 0,7 y 0,8 gramos de proteína por kilo de peso. En ese sentido, un hombre
de 80 kilos, debería consumir 64 gramos de proteína al día.
Sin embargo, depende de la
actividad física de la persona o si está en etapa de crecimiento. La cantidad
necesaria de proteína, puede ser mayor.
Debilidad del cabello y la piel: las proteínas mantienen el
cabello sano y en su fase de crecimiento. Ya que el pelo y los folículos que
los sostienen, están hechos de proteínas, la falta de estas moléculas, los
debilita.
Así como el cabello, las uñas e
incluso, la piel depende de las proteínas para regenerarse. La piel, por
ejemplo, está formada por tres tipos de proteínas: el colágeno, la elastina y
la keratina.
Pérdida de masa muscular: la insuficiencia de proteínas
disminuye la masa muscular y por tanto, impedirá realizar actividades físicas,
que antes se podían hacer sin mayor esfuerzo.
Estas alteraciones musculares, en
un nivel muy avanzado, pueden originar los molestos calambres.
El tipo de proteínas que comemos,
también parece jugar un papel en evitar la pérdida muscular. Esto es
importante, por ejemplo, en el caso de las personas mayores, que tienden a
perder masa muscular con la edad.
Las proteínas que consumimos
contienen muchos tipos de aminoácidos. Y se ha demostrado, que el aminoácido leucina
preserva la masa muscular.
La leucina se encuentra en mayor
medida en comidas procedentes de animales, como la carne, el cordero, el cerdo,
el pollo, el pescado, los huevos o los productos lácteos. También, se encuentra
en la soja y, en menor medida, en otras judías, frutos secos y semillas.
Enfermar con frecuencia: es imposible que el sistema
inmunológico funcione sin proteínas. Los anticuerpos son en sí mismos, una
estructura proteica. De hecho, una de las funciones principales de las
proteínas es apoyar al sistema inmunológico.
Gases y estreñimiento: para una
correcta digestión, los aminoácidos son fundamentales y sus niveles son
directamente proporcionales a nuestro consumo de proteínas.
Las proteínas son largamente
asociadas al consumo de alimentos de origen animal, como carne, leche, quesos,
huevo o pescado.
Sin embargo, para aquellos que
lleven una dieta vegetariana o vegana, las alternativas son varias. Las
lentejas, la soja, los garbanzos, las almendras, el maní o los guisantes son
sólo algunos productos, de una larguísima lista, muy fáciles de conseguir y
cuyos precios suelen ser accesibles.
La quínoa y la soya son dos
alimentos que contienen todos los aminoácidos esenciales.
El consumo de proteína parece
regirse entonces, bajo una simple regla universal: Ni mucho, ni poco. Solo lo
necesario.
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