Muchos
padres tienden a ignorar la situación o a reprocharle al niño, creyendo que lo
hace a propósito // Foto: Guía Infantil
Por Beatriz Guzmán—Cuando un niño desarrolla tics nerviosos, las
señales son fáciles de notar, aunque muchas veces, pueden llegar a pasar
desapercibidos por los padres. Son cosas tan simples como guiñar el ojo,
tocarse las orejas, hacer ruidos o repetir una palabra en específico, que
aunque son involuntarias, transitorias e inofensivas; con el tiempo pueden
traer problemas académicos y sociales, siempre y cuando no sea tratado el
problema.
En estos casos, lo primero que
deben hacer los padres es informarse muy bien sobre la condición y
diferenciarla de otros trastornos infantiles, sin sobredimensionar la situación
ni tampoco restarle importancia.
De este modo, podrán ofrecerle al
niño un buen apoyo emocional, que es esencial debido a que muchas de las
complicaciones que giran en torno a los tics, según los expertos, tienen que
ver con el manejo que les dan los adultos, que no saben muy bien qué hacer
cuando se manifiestan; los confunden con manías o malas costumbres o los
interpretan como síntomas de una patología o una deficiencia.
Así, mientras que algunos intentan corregir
al menor y le piden que evite hacerlo, otros ignoran la situación o, en el peor
de los casos, comienzan a darle medicamentos de manera apresurada.
De hecho, los tics afectan un 25
por ciento de la población infantil y en la mayoría de los casos son
imperceptibles para el mismo niño, a menos que un tercero le haga caer en
cuenta de ello. Así, si alguien insiste en hacerle ver el defecto y lo presiona
a dejarlo, lo más seguro es que se produzca el efecto contrario, el niño genere
angustia frente al tema y el tic se intensifique.
Cuando esto pasa, el niño termina
haciendo grandes esfuerzos para tratar de controlarlo y puede acabar exhausto,
lo que tiene implicaciones a nivel de atención, rendimiento académico y
relaciones sociales, así lo explican algunos expertos.
En ese sentido, al contrario de la
intuición de muchos padres, pedirle al niño que simplemente se controle o se
comporte es una tarea que sobrelleva angustia para él.
Algunos coinciden en que ese es uno
de los errores más comunes de los padres: pensar que el infante lo hace a
propósito o porque quiere; o como una forma de contradecir o retar al adulto.
Los especialistas señalan que es
muy importante que los padres comprendan que se trata de contracciones
nerviosas involuntarias; y que los niños no lo hacen con intensión alguna y que
no pueden controlar.
Al contrario, los tics pueden ser
producidos por factores como desórdenes genéticos y metabólicos; y desórdenes
relacionados con la producción de la dopamina, un hormona neurotransmisora que
se relaciona con varias funciones del cuerpo, entre ellas el movimiento.
También, puede deberse a
situaciones de estrés y ansiedad que los pueden desencadenar o agravar, como la
muerte de un ser querido, un cambio de residencia o de colegio, la llegada de
un hermanito, la separación de los padres o un hecho traumático que el pequeño
haya presenciado.
Los tics suelen aparecer entre los
cinco y los siete años, siendo más frecuentes en los varones, sobre todo en
aquellos más tímidos. Así mismo, tienden a intensificarse por cansancio, estrés,
falta de sueño y ansiedad; y a disminuir e incluso, desaparecer temporalmente
cuando el niño está relajado, concentrado en algo que atrapa por completo su
atención o dormido.
Algunos estudios han demostrado que
los tics suelen desaparecer durante la adolescencia, más o menos a partir de
los 15 años. El 75 por ciento de los casos, los tics desaparecen solos, sin
necesidad de tratamiento o medicación, lo que no implica que sea una situación
que no amerite acompañamiento.
Aunque los expertos señalan, que
los tics generalmente son inofensivos y no impactan directamente en la salud
del niño, la presencia de movimientos que se hacen cada vez más frecuentes,
repetitivos y que el niño no puede evitar o controlar, llegándole a producir
limitaciones en sus actividades diarias; sí pueden ser considerados como un
signo de alarma.
Pautas para ayudarle a un niño a
vencer un tic en la infancia:
– Evitar corregirlo, reprenderlo,
culparlo y mucho menos castigarlo. Al contrario, prestar atención a las
situaciones que desencadenan el tic y evitarlas.
– No prestarle demasiada atención
al tic y hacer como si no lo viera. Esto puede hacer, que el niño se sienta perturbado
y conlleve a que el tic empeore.
– No sobrecargarlo con actividades
y obligaciones que puedan generarle tensión. En cambio, la actividad física y
el ejercicio al aire libre, pueden ser buenos momentos de relajación.
– Animar al niño a expresar sus
sentimientos al respecto. ¿Hay algo que lo angustia, le produzca ansiedad o le
genere estrés en su cotidianidad?
– Si se nota que el tic afecta las
actividades comunes de su hijo, consultar con su pediatra o neuropediatra.
– Tener en cuenta que los
tratamientos con fármacos, solo se consideran en casos graves.
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