Por Beatriz Guzmán—Un condimento casi
tan antiguo como el mundo, data de hace 2500 años y se originó en China gracias
al budismo. Su creación está asociada como una alternativa a los condimentos
que se originan de las carnes; y a la preservación de los alimentos.
Su característico
sabor salado hoy en día se conoce en todo el mundo, sobre todo para degustar
platos de sushi. Pero, su uso no se limita solo a este plato, también es empleada
en las vinagretas y aderezos.
La salsa de soya
contiene una gran variedad de nutrientes, como la fibra y la proteína. Contiene
aminoácidos como la lecitina, la cual ayuda en la regeneración celular.
La salsa de soya
puede reducir los síntomas de la menopausia y artritis; mejora en rendimiento
deportivo, reduce los niveles de colesterol malo, triglicéridos y ayuda a bajar
de peso.
Reduce el riesgo
de enfermedades del corazón, mejora la salud de los huesos porque ayuda a la
retención de calcio en los mismos. Y, contiene un gran número de antioxidantes.
En la cocina
japonesa, la salsa de soya está asociada con el “umami”, un sabor que solo
tienen aquellos alimentos considerados verdaderamente agradables.
Si se busca
reducir el consumo de sal, la salsa de soya es ideal para esto.
Cuando se compre
salsa de soya hay que revisar que no sea una mezcla artificial.
Además de
acompañar al sushi, hay otras comidas a las que se le puede agregar esta
milenaria salsa:
Carnes y
pescados, es ideal para reforzar su sabor.
Sirve para
marinar vegetales, a la plancha o hervidos.
Aromatiza caldos
de aves o sopas de pescado y verduras.
Si aún no has
probado esta salsa debes hacerlo, no solo por su sabor y tradición, si no por
los múltiples beneficios que trae al organismo.
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